El Palacio de Junco es un fiel exponente de la urbanización matancera del siglo XIX, y el desarrollo de sus colecciones tiende a crecer en diversas líneas, resaltó Urbano Martínez Carmenate, destacado historiador, a 65 años de los orígenes de este museo.
Los orígenes del centro que hoy atesora los testimonios, objetos y tradición del occidental territorio, se remontan a septiembre de 1959, con la fundación del Museo Histórico de Matanzas en los bajos del Teatro Sauto, primera entidad de este tipo que nacía luego del Triunfo de la Revolución Cubana, recordó.
Sus piezas recorrieron otros inmuebles hasta que se trasladaron a la restaurada residencia de los Junco, en la Plaza de la Vigía, una importante edificación que se terminó por el año 1838, y que casi redujo a cenizas en 1845 un voraz incendio en la zona de La Marina hasta su restauración dos años después, explicó.
El local, que debe su nombre a su primer propietario Don Vicente del Junco y Sardiñas (miembro de una acaudalada familia), en 1971 se hallaba en ruinas y ante el peligro de derrumbe la familia se muda y el inmueble pasó al Estado cubano, para después de una restauración, abrir sus puertas el 13 de diciembre de 1980 como institución cultural, precisó.
Más de una decena de salas de exposición, permanentes y transitorias, conforman el centro que en su amplia historia también abrigó en 1855 el primer cuerpo de bomberos de la ciudad, y en el que permanecieron en su portal durante la guerra de 1895 las familias campesinas víctimas de la reconcentración de Weyler.
Destacó el historiador que el perfil actual de la institución es polivalente; numerosas colecciones, pertenencias de importantes personalidades del país, y muy especial de los hijos de su ciudad, además de una amplia gama de intereses, en función de la educación.
En el homenaje a las más de seis décadas del Museo quedó inaugurada la muestra dedicada a la última expedición mambisa de la Guerra de 1895; la investigadora Olga Lidia González Monguía rememoró el suceso que trajo a la Bahía de Matanzas al vapor Dauntles, organizada y financiada por la Delegación Cubana y dirigida por el General de Brigada Emilio Núñez.
Para recordar la que según historiadores representó la más peligrosa expedición de la época, en 1925 el Consejo Nacional de Veteranos de la Independencia levantó un obelisco en Caleta del Barco para marcar el desembarco, del monumento se conservan tres tarjas en el Museo, agregó.
En la jornada se reconocieron a trabajadores que consagraron su vida al centro por más de 30 años consecutivos, muestra de la entrega para comunicar el patrimonio y fomentar el amor por lo autóctono.