Soy el sacrificio que nadie ve aunque intenten por momentos imaginarlo, las “mañanitas” cuando aún el Sol duerme placenteramente, por supuesto el doble entrenamiento, un sudor espeso repleto de cansancio, lesiones, lágrimas hasta el hartazgo.
Soy el esfuerzo extra cuando los músculos pesan y duelen con cada movimiento, cuclillas, cardio, planchas, pron, una y otra vez, “vamos que tú puedes”, “resiste que para llegar a la cima el sufrimiento es necesario”.
Soy el entrenador que dedica su tiempo libre al estudio constante de las nuevas tendencias, reglas y tecnologías que desarrollan y ponen cada vez más alta la competitividad a todos los niveles.
Soy ese mentor exigente que muchas veces se convierte en parte de la familia, incluso puede llegar a ser ese padre o madre que se entrega al máximo por el bienestar de su retoño, soñando con la satisfacción de una medalla.
Soy la crítica mordaz de quien me admira, también muchas veces, más de las que deseara, de quien me odia, cuando no llego a la meta en el tiempo que tanto he anhelado, o no empuño la pistola con certera puntería.
Soy los métodos para el desarrollo del alto rendimiento que hay que mejorar urgente para poder competir con un mundo que no se estanca, que busca talentos y ha demostrado que no somos el ombligo del mundo.
Soy el sistema competitivo cubano descontextualizado, al cual le faltan demasiadas herramientas, aplicar más la ciencia, escuchar, avalar y priorizar a quienes ponen los intereses colectivos primero mediante el estudio y talento individual.
Soy la no integración al circuito competitivo internacional bajo múltiples motivos, muchos válidos, consecuentes, lógicos; otros disfrazados de justificación banal, acaso para camuflar mediocridades, de esas que abundan hoy en día.
Soy las estrategias para la participación internacional, que no son adecuadas en ocasiones, pues lamentablemente se priorizan deportes y atletas con muy pocas posibilidades de resultados relevantes.
Soy las pésimas condiciones en los centros nacionales, escuelas de iniciación deportiva y otras instituciones formadoras que hoy carecen de los recursos reales que requieren los deportistas y entrenadores.
Soy producto de las circunstancias que no son favorables en cuanto a las inversiones, entre ellas las dificultades económicas que agentes externos nos imponen, pero también la incorrecta planificación de lo poco que tenemos.
En París no me fue bien, no, aunque se empeñen en vítores y triunfalismos, esa fórmula nefasta que nunca ha dado resultado si el objetivo es mejorar, por más alabanzas que dediquemos a los dioses del deporte; mucho debe cambiar desde dentro.
Pude observar con una dosis de alegría a muchos coterráneos subir al podio, tocar la gloria; verlos en sus mejores versiones me regocijó; muchos estuvieron de la mano de entrenadores cubanos también, diseminando todo el potencial que nos caracteriza.
No obstante, enorme tristeza sentí por no tenerlos conmigo, a sabiendas de que a algunos de ellos los perdí por la poca estimulación material y responsabilidad a la hora de reconocer el talento.
Periódico Girón