Conducidas por el finado profesor Eugenio George, entrenador de la selección nacional cubana por casi cuatro décadas, las voleibolistas cubanas subieron a lo más alto del Olimpo en las ediciones de Barcelona 1992, Atlanta 1996 y Sydney 2000, mostrando indeleble garra para sortear fortísimos rivales y remontar incluso marcadores adversos que parecieron insalvables.
Eugenio, elegido justamente el mejor entrenador del siglo XX, y asistido por Antonio “Nico” Perdomo, Luis Felipe Calderón y Eider George en diversos momentos, supo impregnar espíritu indoblegable al innegable talento y condiciones físicas excepcionales de varias generaciones de atletas.
La más brillante de dichas generaciones, la que encabezó la capitana Mireya Luis, devenida en leyenda del vóley mundial, junto a otras no menos calificadas como la atacadora zurda Regla Bell, la pasadora Marlenis Costa y casi infranqueables bloqueadoras centrales Magaly Carvajal y Regla Torres, aclamada esta última como la mejor jugadora de la pasada centuria.
A la Ciudad Condal las Morenas llegaron como una de las formaciones favoritas, pero eso no les otorgaba el título ni mucho menos, pues el elenco del Equipo Unificado —nombre de la delegación de la ex Unión Soviética—, Estados Unidos, China y Brasil también recibían el beneplácito previo de los expertos para incluirse en el podio.
Tras ausentarse durante las ediciones estivales de Los Angeles 1984 y Seúl 1988, las discípulas de Eugenio aterrizaron en el Prat de Llobregat con hambre de victorias que las condujera al título, porque no admitían otro resultado y así lo hicieron: conquistaron el cetro sin perder un solo partido, incluida una vibrante final definida en cuatro sets ante las exsoviéticas.
En varias ocasiones la espigada Regla Torres, entregada a la formación de jugadoras tras su retiro, expresó que la mayor motivación para ellas fue el pueblo cubano: “queríamos siempre regalarles alegrías a los cubanos con nuestras victorias”.
Y vaya que lo consiguieron, pues la cita barcelonesa fue solo la arrancada de la hazaña consumada en Atlanta y en Sydney, donde se ratificaron como el mejor equipo femenino jamás visto sobre una cancha de voleibol, con permiso de las llamadas Niñas Magas del Oriente, el elenco japonés que dominó a finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo anterior.
La urbe norteamericana del estado de Georgia organizó la edición del Centenario de los Juegos Olímpicos de la era Moderna y las cubanas llegaron con la base del sexteto monarca cuatro antes, pero fortalecidas en madurez y plenitud competitiva.
Ello les permitió dejar su sello distintivo y desterrar en propios y extraños cualquier duda de que eran las mejores sobre la cancha, tras derrochar garra y recuperarse de traspiés ante Rusia y Brasil en la ronda preliminar, equipo este último al cual rindió en épico partido semifinal, tras cinco peleados sets.
Tras desbaratar las esperanzas de las sudamericanas, juego calificado por muchos expertos y seguidores como una final anticipada y del cual se sigue hablando casi 30 años después, llego la discusión del oro, conseguido con relativa e inesperada comodidad a otro duro rival, China.
Entre una y otra conquista olímpica, las capitaneadas por Mireya ganaron títulos intermedios hasta la saciedad: Grand Prix de Hong Kong 1993, Mundial de Brasil 1994 —derrotando en la final a un crecido anfitrión y acallando las tribunas de un enardecido Maracanazinho— y la VII Copa del Mundo en 1995, por solo citar los más importantes torneos.
Atlanta resultó la confirmación de por qué ya no eran tan solo las “Morenas del Caribe”, sino que trascendían como las Espectaculares jugadoras, una generación a la cual el tiempo les concedió ocasiones para nuevas hazañas: Mundial de Japón 1998 y VIII Copa del Mundo en 1999, en ambas con la joven Ana Ibis Fernández irrumpiendo en lugar de la incombustible Magaly Carvajal.
Pese a consagrarse como monarcas del orbe en los dos años previos, la cita bajo los cinco aros de Sydney 2000 no resultó una panacea, pues debieron vencer varios escollos camino a lo más alto del podio, incluido revés en la fase de grupos ante el potente elenco de Rusia, donde entonces brillaban las gigantes Liubov Chabkova, Eugenia Artamonova, Elena Godina y la muy joven Ekaterina Gamova.
La historia de cuatro años antes casi la calcaron, al vencer en semifinales nuevamente en cerrado 3-2 a Brasil y hacerse de su tercera corona olímpica en modo brillante, con una remontada aún hoy calificada como increíble ante las rusas, que se adelantaron 2-0, pero hincaron finalmente ante las antillanas para disgusto del mítico técnico Nikolai Karpol.
El oro conquistado en suelo australiano resultó la consagración de una generación, que merecidamente se ganó el epíteto de Espectaculares y un sitio protagónico en la historia del voleibol, pues lo ganaron casi todo entre 1989 y 2000, quedando sin medallas solo en el Mundial de China 1990 (cuarto lugar) y en el Grand Prix de 1998 (quinto puesto).
Una generación de la cual siete de las jugadoras participaron en las tres conquistas doradas: Mireya Luis, Regla Torres, Regla Bell, Marlenis Costa, Lili Izquierdo, Idalmis Gato y Ana Ibis Fernández, esta última sumó incluso una cuarta presea olímpica (bronce) en Atenas 1996.
¿CUÁNDO Y CÓMO COMENZÓ LA HISTORIA DE LAS MORENAS DEL CARIBE?
La mayoría de los técnicos y expertos que siguen desde hace décadas al voleibol cubano, en particular a los elencos femeninos, consideran que los pininos de las Morenas del Caribe hay que ubicarlo en la etapa de preparación del equipo que obtuvo en 1966 el primer título internacional en ocasión de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Juan, Puerto Rico.
Cita que para el deporte cubano quedó registrado como la epopeya del Cerro Pelado, buque en el cual se trasladaron hasta la cita, tras la negativa de la administración estadounidense de la isla borinqueña de autorizar a las aeronaves cubanas y en la cual fueron protagonistas dos jóvenes que luego estarían en la primera participación olímpica: Mercedes “Mamita” Pérez, con apenas 16 años, y Nurys Sebey.
El referido debut olímpico llegó en Múnich 1972, ocasión en que se ubicaron en el sexto lugar, mejorado con la quinta posición en Montreal 1976, repetida en Moscú 1980, edición esta última en la cual esperaban disputar las medallas, pero a las cuales no llegaron tras un inesperado revés ante la ex República Democrática Alemana.
Pese a no lograr preseas olímpicas, esa primera etapa de las Morenas tuvo su clarinada con el metal plateado en la Copa del Mundo de Japón 1977 y un histórico primer oro universal en 1978, cuando doblegaron inobjetablemente a la ex Unión Soviética y las multicampeonas Niñas Magas del Oriente.
En ese período también sumaron cetros en juegos panamericanos, centroamericanos y del Caribe, y en torneos de la Confederación de Norte, Centroamérica y el Caribe (Norceca), simientes de lo que vendría en las siguientes décadas.
Brillaron entonces junto a Mamita Pérez, la zurda Mercedes Pomares, Nelly Barnet, Ana Ibis Díaz, Ana María García, Imilsis Téllez y Lucila Urgellés, entre otras.
La década de los 80 sirvió de transición, con jugadoras igualmente brillantes como Josefina Capote, Lázara González, Josefina O’Farrill, Ana Luisa Hourrutinier, Nancy González, Norka Latamblet (se mantuvo hasta la conquista del oro en Barcelona 1992) y se produjo el debut de esa leyenda llamada Mireya Luis en los Juegos Panamericanos de Caracas 1983, con apenas 14 años.
En esa cita multideportiva continental, las Morenas conquistaron el oro ante el mejor elenco presentado por Estados Unidos en esos años, en el cual brillaron las históricas Flora Hyman y Rita Crockett, ambas medallistas de plata un año después en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.
En la capital venezolana se vivió el tránsito de la generación de Mamita, que jugó su última gran cita del vóley —se retiró al año siguiente, luego que Cuba desistió acudir a las olimpiadas en solidaridad con los entonces países socialistas—, con el despegue de la siguiente, junto a veteranas como la pasadora Imilsis Téllez que se mantuvo algunas temporadas más.
Como tampoco se acudió a la cita estival de Seúl 1988, en estos años los resultados más encumbrados fueron los títulos en los juegos centrocaribeños (La Habana 1982, Santiago de los Caballeros 1986) y panamericanos (Caracas 1983 e Indianápolis 1987), así como los metales plateados alcanzados en la Copa del Mundo de Japón en 1985 y en el Mundial de Checoslovaquia 1986.
Este último evento sirvió para presentar a varias de las jugadoras que acompañaron a Mireya Luis en los años dorados y espectaculares, un camino iniciado con el cetro en la Copa del Mundo de Japón en 1989 y cerrado con el broche dorado olímpico de Sydney 2000.
EL OCASO DE LAS MORENAS
Tras Sydney el equipo inició una renovación, que les hizo ubicarse en la quinta posición del Mundial de Alemania 2002, para luego conquistar una sorprendente medalla de bronce en los JJOO de Atenas 2004, con una nómina en la cual solo sobrevivieron las atacadoras Yumilka Ruiz, Zoila Barros, Martha Sánchez y la ya veterana central Ana Ibis Fernández.
Luego el equipo quedó séptimo en el Mundial de Japón 2006, cuarto en la Copa del Mundo de 2007, año en el conquistó un peleado oro continental en Río 2007 al derrotar en otra épica batalla voleibolística a las anfitrionas brasileñas en cinco sets.
Ya en Beijing 2008 la nueva generación avanzó hasta semifinales, pero cayeron consecutivamente con idéntico marcador de 1-3 ante Estados Unidos y China, para concluir en el cuarto lugar.
El oro panamericano en la urbe carioca resultó el último gran triunfo de las Morenas, que dejaron incluso de ser las monarcas centrocaribeñas y panamericanas, con apenas una medalla de bronce en Veracruz 2014 y plata en Guadalajara 2011, respectivamente.
Pero, la historia les respetará el sitial en la cumbre que se ganaron para siempre como las Morenas del Caribe, tras brillar durante cuatro décadas, incluido de forma espectacular entre 1989 y 2000, y la inclusión hasta el momento de siete jugadoras en el Salón de la Fama de la Federación Internacional de Voleibol (FIVB).
Son ellas Regla Torres en 2001, Mireya Luis (2004), Magalys Carvajal (2011), Mirka Francia (2019), Taimaris Agüero (2021), Yumilka Ruiz (2023), Regla Bell (2024), además del mítico técnico Eugenio George (2005).
Otras con méritos más que relevantes como Ana Ibis Fernández (cuatro veces medallista olímpica) o las tricampeonas Marlenis Costa y Lili Izquierdo esperan y merecen la consideración de la FIVB.