Hace menos de dos meses, ómicron resultó la última de las variantes detectadas del SARS-CoV-2, y es hoy la de mayor circulación viral en el planeta.
Pero, lamentablemente, eso no quiere decir que será la última.
Solo el pasado viernes se habían reportado más de 3,2 millones de nuevos infectados en solo 24 horas, y ello habla de cómo evoluciona ese patógeno, del cual han sido identificadas más de 50 mutaciones
De ese medio centenar de variaciones, 32 son en la proteína Spike, que es la “llave” que permite al virus ingresar al cuerpo humano. Son precisamente esas tantas mutaciones las que vuelven a esta variante la más contagiosa conocida hasta el momento.
Sin embargo, el que sea la más contagiosa y que a la vez resulte menos peligrosa no significa necesariamente que el final de la pandemia esté al doblar de la esquina.
Ese es el parecer de algunos expertos, quienes coinciden en señalar que el término de este lamentable camino es impredecible porque el virus continúa circulando, mutando y generando variantes.
«Ómicron probablemente no será la última variante de la COVID-19. No lo sabemos aún, pero cuanto más circule el virus, más posibilidades hay de que surja una nueva variante más mortal que ómicron», alertó Bruce Aylward, asesor sénior de la OMS.
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Hasta ahora, alpha, beta, gamma, delta y ómicron son las variantes de preocupación identificadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las nuevas variantes, para ser declaradas también de preocupación, necesitarán contar con una transmisibilidad semejante, así como en su capacidad para evadir las barreras inmunológicas del humano.
En consecuencia, la OMS ha recomendado a todos los países mantener una vigilancia atenta y exhaustiva para determinar nuevas mutaciones.
Ningún proceder adivinatorio podrá vaticinar lo que viene. Pero la ciencia, y en particular la doctora Karen Mossman, profesora de Patología y Medicina molecular en la Universidad McMaster, de Ontario, aseguran que «las variantes futuras podrían obtener una ventaja competitiva a través de varias rutas. En teoría, una de estas trayectorias potenciales podría resultar en un virus que es más transmisible que ómicron y que causa una enfermedad menos grave».
Así predice, considerando la tasa actual de infección por coronavirus en todo el mundo y la tasa de mutación del SARS-CoV-2, porque «los virus necesitan propagarse a nuevos anfitriones, y de esos patógenos, los más exitosos lo hacen propagándose rápidamente sin causar síntomas».
Como no resulta ventajoso para un virus matar a su huésped antes de que pueda propagarse, así lo hacen, sin causar grandes estragos, pero trasladándose fácilmente a otros hospederos, porque la persona infectada, al no sentirse enferma, se traslada, y con ella, el malvado «bicho».
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Precisamente es por esa razón que esta última variante se aloja, sobre todo, en las vías respiratorias superiores y mucho menos en los pulmones; así es menos letal y se propaga más fácilmente.
A pesar de la «benevolencia» de ómicron, no puede haber total garantía de que su sucesor sea igual de «buena gente».
La propia doctora Mossman explicaba que «una colección de mutaciones que proporcionan una ventaja selectiva también puede inducir una enfermedad más grave. Por ejemplo, las mutaciones que le otorgan al virus la capacidad de replicarse increíblemente rápido, o escapar de las garras de los anticuerpos que evitan que ingrese a las células, también podrían aumentar la probabilidad de que el virus desencadene una infección grave».
Las opiniones en este campo no son unánimes. Por ejemplo, el doctor Kartik Chandran, virólogo y profesor de Microbiología e Inmunología en el Colegio de Medicina Albert Einstein, en Nueva York, considera que el supuesto de que el virus pueda ir volviéndose menos virulento con el tiempo «no es irrazonable como hipótesis», aunque apunta lo imposible de asegurarlo.
Sobre el término de este viaje de la humanidad por el mundo COVID-19, la Organización Mundial de la Salud (OMS), por medio de su portavoz para la COVID-19, David Nabarro, indicó que quizás lo que hoy vivimos pudiera ser el principio del fin, pasando el coronavirus a ser una enfermedad endémica.
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Acotaba Nabarro: «podemos ver el final, pero aún no hemos llegado» porque aún quedan obstáculos por salvar. Aunque aclaró que no podía predecir cuán graves serían dichos obstáculos, sí sentenció que «aparecerán nuevas variantes».
De todos modos, sea o no ómicron la última de las mutaciones preocupantes, el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, afirmaba en su mensaje de Nochevieja que «el mundo tiene las herramientas para poner fin a esta calamidad».
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Como tampoco esas herramientas resultan mágicas, a renglón seguido el doctor Tedros Adhanom hacía una muy importante precisión: «Si acabamos con la inequidad, acabamos con la pandemia y acabamos con la pesadilla global que todos hemos vivido. Y esto es posible». (Cubasí)