La primera vez que llegó un animal a mi vida tenía como tres años. Dinka era una perrita Puder muy cariñosa, que un tiempo después mi mamá regaló a su mejor amiga que vivía en el campo. Todo por las alergias y el asma de mi infancia que tenía, entre otros muchos detonantes, pelos, plumas, hongos y polvo.
Como a los nueve logré convencer a mi familia de adoptar un gato, pero tampoco duró mucho en el hogar. Siempre lo estaba acariciando, y otra vez los adultos optaron por alejar los “gérmenes” de mí.
Juré que el día que tuviera casa propia, donde yo tomara decisiones, la llenaría de mascotas de todas las razas y colores. Así han llegado a mi vida conejos, peces, curieles, hámsteres, jicoteas, gatos y perros. Les he dado mucho afecto, pero con ellos he entendido también que tenerlos encierra responsabilidades de las que se debe estar consciente, para que luego la historia no pase a contar los tristemente célebres finales infelices de animales abandonados a su suerte.
Estar clara de dichas responsabilidades jamás me ha hecho quererlos menos. No me molesta en lo más mínimo higienizar los lugares donde habitan, localizar el boniato aunque se encuentre todavía bajo la tierra o cocinarles sus comidas especiales. Mis mascotas constituyen parte importante de mi familia; no solo les dedico tiempo de cuidados, sino también de juegos y mimos.
Pero sí, las mascotas requieren atenciones… ¡y muchas! No son un objeto decorativo que hoy gusta y mañana puede desecharse. Tampoco son un juguete para calmar a niños pequeños, sin supervisión, porque, como seres vivos, sienten y padecen cuando los maltratan.
Necesitan atenciones médicas si enferman, con cuidados como cualquier convaleciente. No se adquieren para después dejarlos padecer de sarna, lombrices intestinales, o que anden llenos de garrapatas; pues no solo ponen en riesgo su salud, sino también la de los humanos que les rodeanImagínese que solo este ectoparásito, del que en Cuba existen más de 30 especies, transmite enfermedades tan peligrosas como la de Lyme, que puede afectar articulaciones, corazón y sistema nervioso. De ahí la importancia de tenerlos vacunados, desparasitados y esterilizados; esto último es imprescindible para evitar camadas de recién nacidos tirados en basureros, tan en tendencia en estos tiempos.
Las mascotas son una gran responsabilidad y a la vez una medicina para el alma. Según estudios científicos, pueden disminuir el estrés y la sensación de soledad, mejorar la salud del corazón; y son especialmente recomendados para ancianos y niños con problemas para comunicar emociones o interactuar con la sociedad.
Mi sugerencia nunca será que las evite en casa, ¡qué va, si yo tengo cuatro! Mi única alerta es que, cuando se decida a tenerlas, esté seguro de poder brindarles la atención y el afecto que requieren. Existen más de 10 beneficios de que estén en nuestras vidas, solo hay que actuar con el corazón.
Periódico Girón