El hombre construye el mundo a su imagen y semejanza. Establece estándares y medidas: el ancho de las puertas, el largo de las camas, el asa de las jarras donde debe caber tu mano a la perfección, la horma de los zapatos. Sin embargo, existe quienes por la naturaleza rompen dicho consenso.
Chiquitico debe enconvarse para entrar en las casas, como si cada vez que lo hiciera pidiera perdón; duerme encarranchado en un colchón que le queda pequeño y debe adoptar la postura de los bebés con las piernas recogidas; sus manos, duras y ásperas como piedras de afilar no logran sostener las asas de las jarras; y al calzar un 56 debe utilizar zapatos especiales que parecen de payaso.
A Andrés Hernández Garrido, sus más de dos metros de altura le han condicionado, de una manera u otra, su posición en la sociedad y la manera en que trata a otros. Al llevarle a casi todo el que le rodea un buen tramo ha aprendido a bajar la cabeza para observar a los otros, aunque la suya se encuentre más cerca del cielo que las nuestras.
Su gran tamaño también provocó que décadas atrás cuando trabajaba en un restaurante y atendió a una delegación del Inder enseguida lo captaran para el equipo nacional de basketball. El cesto en ese juego también lo colocan según un estándar, y para él, solo por sus largos huesos, tocarla sería como si te pidiera alguien mientras cenas que te alcanzaran la sal de la tierra.
Participó en varios campeonatos mundiales y en una olimpiada, luego se retiró. El resto de su trayectoria laboral la desarrolló en la Universidad de Matanzas como empleado de mantenimiento. Allí se transformó en un punto de referencia, alguien a quien podías reconocer en una multitud como si fuera un vigía por encima nuestro.
En estos momentos si recorres las calles de Pueblo Nuevo, puedes encontrarlo encorvado, como mismo hace al entrar enu n hogar, en búsqueda de latas y pomos en la basura que luego venderá a materia prima. También ayuda a Marcelo Marcet, un antiguo profesor universitario, con los cultivos que siembra en el amplio patio de su quinta en la zona de Los Mangos.
Vive con su hermano Pedro Luis en una vivienda oscura, de paredes manchadas y por donde quiera encuentras latas, pomos y libretas donde apunta efemérides históricas, resúmenes de discursos o lo que se le ocurra. Chiquitico de a poco pierde la mente y antes que las luces de la cancha se apaguen y quede él solo dribleando en su propia oscuridad, quiere dejar sus pensamientos en algún sitio.