Mercedes sabía hasta el día en que iba a morir, tal vez por eso, este 12 de julio, durante su última visita a Unión de Reyes insistió con vehemencia que la llevaran ante el monumento que perpetúa la memoria de su bisabuelo.
Allí, frente al busto de Juan Gualberto Gómez, en el pueblo que vio nacer al patriota insigne de Matanzas, Mercedes dijo que no sabía si la vida la alcanzaría para regresar el año que viene. Tan cierta, tan lúcida, tan preclara, que pudo incluso adivinar su despedida.
Si existe una palabra que bien define a Mercedes, es ocurrente, y tenía además un don especial para contar la historia desde los afectos. Quizá se marchó sin saber cuán necesarias serán siempre sus anécdotas. Aquellos recuerdos familiares que compartía con naturalidad eran pedazos de Cuba, estampas de una familia que grabó su apellido en los genes de la Patria.
A la bisnieta de Juan Gualberto Gómez jamás le faltó sencillez en su andar por la vida, y mucho menos amor por Unión de Reyes, un pueblo en el que siempre encontró en buen resguardo la memoria del líder independentista, amigo de José Martí.
Más que hablar del excelso periodista o del ilustre patriota, Mercedes enseñaba en sus palabras la grandeza del ser humano que fue su bisabuelo. En sus vivencias uno podía descubrir al padre de familia, al cubano inquebrantable, al hombre presumido que cuidaba al detalle de su imagen personal y su apariencia.
Decía Mercedes que ella cuidaría del legado de su bisabuelo hasta el último día de su vida, y así lo hizo. La recuerdo ahora tan segura como siempre, advirtiendo sobre la necesidad de que los maestros no dejaran morir en el ostracismo aquellos hombres y mujeres que forjaron los cimientos de la Patria.
Vuela alto María de las Mercedes Ibarra Ibáñez, corre allá, al encuentro con los tuyos, que también son los nuestros. Contigo una flor, el beso de Cuba y el recuerdo eterno.
Yaudel Rodríguez Vento