En el aniversario hoy de su natalicio (1883-1924), no pocos en su natal ciudad y en otros lugares del mundo celebran la existencia de este hombre tímido, paradigma de la filosofía de lo absurdo, con líneas ambiguas en su escritura, temas recurrentes pero con un tratamiento distinto al habitual.
Su obra, de las más influyentes de la literatura universal, es una de las pioneras en la fusión de elementos realistas con fantásticos y en sus textos emergen como principales los tópicos los conflictos paternofiliales, la ansiedad, el existencialismo, la brutalidad física y psicológica, la culpa, la burocracia y las transformaciones espirituales.
De lo anterior viene lo de «rareza intelectual», y no porque representen temáticas no tratadas antes o después, es que Kafka en su prosa se adentra en lo inaccesible, en pesadillas y argumentos no concretos, en ambivalencias como los casos, por ejemplo, de Gregorio Samsa o de Josef K.
Ambos personajes tienen reacciones absurdas. Este último, protagonista de su obra inacabada «El proceso» es arrestado una mañana por una razón desconocida, se ve envuelto en una tormenta existencial para defenderse de algo casi indefendible, que nunca se sabe qué es.
Con argumentos no concretos y solo para encontrar que las más altas instancias a las cuales quiere apelar son las más humildes y limitadas, creándose en este proceso un clima de inaccesibilidad a la justicia y a la ley.
¿Y qué decir de Samsa, personaje de «La metamorfosis»?, quien se levantó una mañana transformado en un horrible bicho; quien no comprendía por qué estaba de patas para arriba acostado en un caparazón, tampoco entendía qué le ocurría que su familia prácticamente lo desterró.
El peculiar estilo literario de Kafka ha sido comúnmente asociado con la filosofía artística del existencialismo -al que influyó- y el expresionismo.
Sus estudiosos aún discuten sobre cómo interpretar a este autor; algunos hablan de la posible influencia de alguna ideología política antiburocrática, de una religiosidad mística o de una reivindicación de su minoría etnocultural, mientras otros se fijan en el contenido psicológico de sus obras.
Era de esperar también, pues sus relaciones personales tuvieron gran impacto en su escritura; por todos es sabido que, en particular con su padre no túvo buenas relaciones -está Carta al padre-.
De igual forma, hubo indecisiones por parte de él con su prometida Felice Bauer (Cartas a Felice).
El yo interior de Kafka lo atormentaba, así como miedos, dudas e incertidumbres.
Con todo y esos altibajos tuvo sus alegrías: notas, por ejemplo, que sobresalían de la media de sus compañeros, así como, la gran amistad entablada con un compañero de clase, Oskar Pollak, con quien compartía el interés por las ciencias naturales y la historia del arte.
De su repertorio podemos destacar, además, «El castillo» y «El desaparecido», así como un sinnúmero de relatos cortos, como «En la colonia penitenciaria»; dejó una abundante correspondencia y escritos autobiográficos.
Poco antes de su muerte le dijo a su amigo y albacea Max Brod que destruyera todos sus manuscritos. Brod no le hizo caso y supervisó la publicación de la mayor parte de sus escritos.
Falleció víctima de tuberculosis laríngea e inanición el 3 de junio de 1924 (el pasado mes se cumplió el centenario).
No consideró importante la fama, alcanzándola sin embargo, rápidamente después de su muerte.(Prensa Latina)