Para el Premio Nacional de Teatro René Fernández Santana, Papalote es más que su segunda casa. A esta agrupación le ha entregado más de la mitad de su vida. La inspiración la debe, en buena medida, a pertenecer y ser líder de un colectivo imprescindible del movimiento teatral cubano.
“Haber mantenido este teatro ya tiene un valor social, se ha ganado a la sociedad, se ha ganado su público; mantener este teatro vivo también es un valor cultural para Matanzas. El pueblo nos reconoce mucho. Es un gran tesoro que tiene la ciudad y es único.
“Este es un sitio de lucha. Papalote ha librado grandes batallas en sus 62 años. Es una constante vibración. Por aquí ha pasado mucho público, que ha recibido cultura titiritera; llegar a los niños, motivarlos, educarlos, darles esperanzas de cómo transformar el mundo, cómo hacerlo mejor, cómo ser mejores personas: esos han sido aportes de esta institución, sobre todo con un teatro de títeres cubano, con mucha identidad y exigencia artística y técnica y siempre tratar de superarnos”.
En su sede, ubicada en Daoiz número 83, el Maestro de Juventudes ha creado una parte significativa de su obra. “Papalote me ha ayudado a hacer mi obra, este lugar y la gente que lo ha habitado en diferentes momentos, los que lo han hecho durante todos estos años.
“Han sido muy importantes todos los que han pasado por aquí. Los profesionales, los titiriteros, el personal de servicio, el artístico, el técnico administrativo, me han ayudado a formarme, a ser lo que soy no solo sentado en platea dirigiendo una puesta en escena o escribiendo una obra en mi casa: me han enseñado a llevar adelante este teatro para que Papalote no se enferme, que ofrezca una imagen cultural rica en referentes de nuestra cultura”.
René habla de este lugar con toda la cercanía y la ternura de que capaz un padre; y es que, precisamente, este es un hijo al que ha visto crecer, en el que ha depositado su fe y su talento. Papalote es una extensión de su cuerpo, de su pensamiento, de sus sentimientos.
“Esta siempre ha sido una familia para mí, me ha acompañado en mi vida; aquí se han formado muchos creadores, aquí han colaborado muchos artistas que contribuyeron en el desarrollo de este teatro, que ha trabajado mucho por la cultura del títere cubano.
“Esta obra no ha sido solo mía, sino que es de muchos creadores. Es incontable lo que he vivido en este lugar, los artistas que han trabajado en ese escenario, los ensayos y representaciones escénicas que han estado allí, los lugares que hemos visitado dentro y fuera de la provincia y el país.”
Sin abandonar el cálido cariño que se sembró en él aquel teatro hace 62 años, Fernández Santana mantiene los mismos propósitos que defendió entonces con el vigor de un joven y hoy los defiende y enaltece desde la experiencia de quien le ha dedicado toda su vida.
“Las prioridades son trabajar mucho, que cada día sea mejor, con más calidad, que el público lo respete. Las personas que vienen cada fin de semana lo hacen de forma espontánea, porque se sienten bien en nuestro teatro.
“Vienen familias enteras: los padres con sus niños, los abuelos. Es realmente asombroso cómo hemos podido crear un público que con otras opciones de recreación escoge visitar nuestro teatro.
“Cada momento que he vivido en este espacio es importante, no solamente para mi vida, sino también para los que ya no están porque han creado sus propios proyectos a partir de lo que aquí aprendieron. Este lugar es dueño de una gran memoria y transmite muchos valores que les transmitiré también a los que se quedarán aquí y defenderán este símbolo matancero que es teatro Papalote.”
Un sinfín de anécdotas, un repertorio vasto y de calidad, varias generaciones de actores formados en el otrora Guiñol de Matanzas, que hoy celebra sus 62 años, y un público conocedor y seguidor, conforman parte del legado de esta agrupación cuya esencia va a las raíces mismas de la identidad cubana. (ALH)