Desde atentados contra dirigentes, actos terroristas en zonas urbanas y rurales, y una insurgente guerra psicológica para confundir a la población y la opinión pública, la denominada Operación Pluto representó una de las más agresivas políticas impulsadas desde 1960 por la Agencia Central de Inteligencia estadounidense contra la entonces incipiente Revolución cubana.
Precisamente, los sorpresivos ataques que ocho bombarderos norteños B-26, camuflados con insignias de la fuerza aérea nacional y provenientes de Nicaragua, perpetraron contra los aeródromos de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba el 15 de abril de 1961, evidenciaron las cruentas aspiraciones del Tío Sam para subyugar a la mayor de las Antillas.
Destruir la exigua fuerza aérea y manipular a la opinión pública internacional con la falsa percepción de una rebelión interna en la Isla serían los perfectos incentivos para la invasión mercenaria que dos jornadas después concretarían en Bahía de Cochinos. Sin embargo, la respuesta cubana no se hizo esperar.
Aunque la artillería nacional difería en experiencia de la de sus atacantes, la resistencia de los rebeldes menoscabó la prepotencia usurpadora. El triunfo, sin embargo, vino a costa de 53 heridos y siete muertes, entre las que destacó la del joven miliciano Eduardo García Delgado, quien con apenas 25 años perpetuó heroicamente con su sangre el nombre de ‘FIDEL’ antes de perecer.
Sobre los hombros enemigos cayó el peso de la ignorancia en las jornadas posteriores y aquel histórico día en que se tiñó de sangre el cielo cubano pasó a la inmortalidad como evidencia del denuedo del pueblo revolucionario y el preludio de una justificada victoria.
Yadiel Barbón Salgado, Radio 26