Con tijeras Luisa corta el culero para hacer menos trabajoso el proceso de cambio, es el tercero en la mañana. Ella pesa, no está gruesa, ¡pero pesa! Gira hacia un lado y luego hacia el otro el engarrotado cuerpo que se empeña en aferrarse a la vida, aunque no a las carnes ni a la vitalidad. Cuando se está solo, maniobrar se vuelve complicado, pero hay que sobreponerse. “No me reconoce, pero yo a ella sí. Sigue siendo mamá y esto es lo mínimo que merece: que la cuide hasta el final”.
Hasta las alturas de Simpson llega todos los días Violeta a llevarle el almuerzo a su hermano. Ambos son ancianos, pero al menos ella conserva sus dos piernas. Desde hace muchísimos años José Ángel vive solo, en una condición que limita su mundo a las cuatro paredes de casa. Gracias a las atenciones de su hermana mayor, se alimenta y tiene a su alcance lo imprescindible.
Polémico y a veces poco considerado en la sociedad es el rol del cuidador, ese ser que se encarga de ayudar en las actividades básicas a otros que por alguna discapacidad física o mental no pueden valerse por sí mismos, ya sea por la edad, haber sufrido un accidente o, incluso, nacer con tal condición.
Recordar tratamientos, velar por la higiene, suministrar alimentos, armonizar sus días… Acompañar, entender y atender con total entrega se convierten en palabras de orden. El cuidador debe estar preparado para detener su rutina diaria y adaptarse a las nuevas situaciones que sorprendan.
Aunque en ocasiones no se noten, están dispersos por toda la ciudad, asumiendo una responsabilidad que les obliga a cambios en su vida que van desde ajustes de horarios laborales, coordinar acciones para moverse lejos de casa, hasta modificar tiempos de sueño.
Hay quienes pagan para que les ayuden a aligerar cargas, mientras otros (porque no pueden darse el lujo, o sencillamente no quieren ceder en el empeño) se adjudican la protección del familiar hasta el último aliento.
Alguien comentaba que cada vez son más a cuidar y menos los que cuiden, refiriéndose a diferentes factores como el aumento de la esperanza de vida, el marcado envejecimiento poblacional y la emigración.
Ciertamente las historias de personas vulnerables que viven solas pululan por todos lados con renombrados casos de abandono. Pero también, sin caer en números o comparaciones de mayorías o minorías, persisten los ejemplos de buenas prácticas y excelentes cuidadores.
Valientes que no temen a posponer o sacrificar sueños, y a los que el humanismo les desborda. Superhéroes de estos tiempos con amor como escudo, que no se sobreponen a los retos y acompañan y cuidan hasta el final.
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