Inspectores vs. Cacos en el diario acontecer

Cuando la población solicita mano dura con quienes suelen aprovecharse de forma malévola en el peso y
el precio de cuanto artículo alimentario o industrial expenden, los especialistas de la Dirección de
Inspección de Matanzas cumplen rigurosamente, al menos así lo dan a conocer, con los protagonistas de
tan infame accionar.

Yanet Vázquez Fragoso, jefa del Grupo de Inspección dio a conocer que en el transcurso del mes de
enero y hasta la fecha sus especialistas realizaron 380 acciones e impusieron 238 multas por un monto de
451 000 pesos, con protagonismo del Decreto # 30, que se refiere a violaciones de los precios
concertados por el Consejo de la Administración, además de comercializar sin la pizarra visible para la
población, y no poseer factura ni licitud de los productos en venta.

Los inspectores deben multiplicarse con rigor ante cualquier infracción cometida por
quienes quieren “enriquecerse” a costa de la población.
Foto: Tomada de Internet

 

Por esas últimas causas impusieron 140 multas, que en general ascendieron a 365 500 pesos, mientras que por el Decreto 45 aplicado a trabajadores por cuenta propia las violaciones (multas) ascendieron a 75, para una suma total de 79 500 pesos, y la propia ordenanza se aplicó por 4 000 pesos a expendedores ilegales de productos.

En cuanto al Decreto 272, relacionado con el ornato público, los inspectores matanceros multaron a 20
personas por un monto total de 1 850 pesos, y por la propia resolución, pero en el acápite de higiene
comunal, se produjeron dos sanciones por 150 pesos.

Además, Vázquez Fragoso informó que se realizaron tres inspecciones en las que no se detectaron
violaciones, unido a un decomiso, 135 apercibimientos y 35 ventas forzosas.

No puede haber impunidad de ningún tipo con aquellos que “viven” del bien ajeno por
cualquier vía. 
Foto: Tomada de Internet

 

No obstante lo anterior, aún quedan numerosas violaciones que a diario se comenten, sobre todo en
barrios periféricos de ciudades y poblados, en el que, por lo general, los revendedores de pan, cebolla, ajo, galleta, calabaza, artículos industriales, etc, cobran cuánto quieren sin importar si son ancianos o personas vulnerables desposeídas de suficiente economía para hacerle frente a la inflación que a todos aprieta con puño cerrado y duro.

Es apreciable que no contar con suficientes inspectores posibilita que este tipo de “cacos” hagan de las suyas día y noche.