Joaquín Phoenix: “Mientras busquemos nuestra satisfacción en lo material, no llegaremos a ninguna parte”

Joaquín Phoenix es capaz de encarar cualquier personaje y hacerlo siempre dotándolo de mil matices. Es capaz de dotar de ternura a todo un villano como Joker, papel por el que ganó el Oscar. Capaz de mostrar en su rostro la desesperación de un tipo que vuelve de la guerra y acaba en la cienciología como hizo en The Master, capaz de hacernos reír en Puro Vicio o de pasar terror en Beau tiene miedo. El reto es ahora hacer de Napoleón, un personaje contradictorio donde los haya.

Para muchos, Napoleón fue un lunático que tomó el poder y, como tantos emperadores romanos, se empachó de él. Para otros fue el gran estratega de la historia moderna, que definió la Europa actual, sus alianzas y sus enemistades. Luego está la parte íntima, un tipo obsesionado y enamorado de su mujer, capaz de hacerle todas las perrerías posibles como hombretón fuerte que era. Contradicciones que alentaron al actor. “Me gustan esas características, porque son los cimientos de cualquier gran personaje que está lleno de contradicciones”, nos dice en una entrevista en la Cadena SER, segunda parada de la primera gira promocional, tras reanudarse la actividad en Hollywood después de la huelga de intérpretes.

“Cuando evaluamos personajes históricamente, incluso a personas dentro de nuestras propias familias, intentamos condensarlos en uno o dos rasgos de personalidad. Y en realidad no hacemos eso cuando conocemos a gente nueva”, explica el actor. “Me interesan esos personajes llenos de contradicciones y, claro, Napoleón está en una escala muy grande entre las contradicciones”, incide el actor que es la primera vez que viene a Madrid. En España ha rodado en Almería, el wéstern Los hermanos sister con Jacques Audiard. “Ese sitio donde se rodaba el spaghetti western”. En Madrid visitó el Museo del Prado, donde se celebró la premiere de la película y donde cuelgan cuadros de Goya, pintor que reflejó el paso por España de las tropas napoleónicas.

Napoléon fue un conquistador, como Alejandro Magno, como César, como Gengis Kan, invadió países, se enemistó con Inglaterra, que finalmente lo derrotaría a él, invadió Rusia, puso en jaque al imperio austrohúngaro y dominó a un país que acababa de guillotinar a sus reyes y proclamar la República. Sin embargo, dejó muchas cosas que aún hoy usamos. “Hubo muchas ideas grandes que introdujo en un momento en que Francia se estaba reconstruyendo y descubriéndose a sí misma. Pero creo que la verdadera pregunta es qué buscaba al hacer todo ello. Ahí es donde aparece que, en realidad, tenía dentro una sensación de vacío, que había ira y resentimiento”, analiza el actor la psique de su personaje.

Un hombre ambicioso que siempre quiso más, todo lo contrario a como Phoneix entiende la ambición o la vida. “Creo que si comienzas tu vida de esa manera, siempre estarás buscando una validación constante de los demás, pero sobre todo de lo material. Y si buscas esa devoción en el mundo material, sólo puedes llegar a ella hasta un cierto punto. Hay que reconocer que es muy notable lo que logró en algunos aspectos. Y, sin embargo, también estaba vacío. Tenía una fachada, en él había también actuación. Dijo que los franceses eran el pueblo, pero no se comportó así. Cuando tenemos ese tipo de deseo, eso supera nuestra propia historia”.

La película, que se estrenará en cines este viernes y próximamente en Apple TV en la versión extendida del director, propone una mirada íntima a los orígenes de Napoleón, su rápido ascenso y sus conquistas a lo largo y ancho de Europa y en paralelo su relación explosiva y adictiva con su esposa Josefina, a la que da vida Vanessa Kirby. Y volviendo a lo íntimo del personaje, una de las cosas que más sorprendió al actor fue conocer en profundidad la relación que tuvo con Josefina, su primera esposa, a la que repudió cuando ésta no pudo darle el heredero que tanto ansiaba para perpetuar el Imperio que acaba de instaurar. “Fue algo que me impresionó y me sorprendió mucho. No tenía esa imagen de ellos antes de la película. Descubrí que fue una historia de amor profunda y, a la vez, una historia llena de manipulación. Fue una relación que se construyó, en parte, sobre la necesidad y el intento de establecer contactos y ganar favores. Y, sin embargo, también existía un amor profundo que les duró toda la vida. Tener la oportunidad de capturar algo tan complejo es siempre muy interesante para un actor”.

Su personaje se mueve en tres ambientes: lo íntimo del palacio, los despachos donde ejerce el poder y la batalla, donde Napoleón fue un virtuoso y donde Ridley Scott hecha el resto en una película que tiene asombrosas escenas bélicas recreando hitos históricos como las batallas de Egipto, Austerlitz o Waterloo. “Cualquier aspecto del personaje tiene sus propios desafíos”, reconoce Ridley Scott. “Normalmente diría que lo más difícil son las secuencias de acción, porque cuando haces una película así, implica que vas a estar muchas horas sentado esperando y eso para mí es aburrido y el aburrimiento es contra lo que lucho cuando trabajo. Me encanta estar trabajando constantemente, por eso las esperas se me hacen cuesta arriba”.

“Cuando rodamos Waterloo, yo comenzaba la escena dentro de mi tienda de campaña, salía, me vestía, luego salía y me subía al campo de batalla entre los cañones y luego salía ya del set y todo sin parar de rodar, fue como una toma de nueve minutos. Normalmente habría descanso entre cada toma, y yo las hice todas de manera seguida. Ha sido muy emocionante trabajar con Ridley de nuevo. Así explicaba cómo se acortan los tiempos con el director, con el que por cierto, vuelve a trabajar años después de haber hecho uno de sus papeles más importantes, el de Cómodo en Gladiator, un personaje que comparte con Napoleón la herida de no conseguir todo lo que quiere. “Son personas heridas, pero como todo el mundo, no son tan especiales”, dice el actor sobre estos dos niños ricos, tal y como los define él.

“El simple hecho de nacer ya es difícil para todos, pero sí es cierto que hay una conexión entre ambos, no lo había pensado y eso que ahora que lo veo es obvio, porque son personajes heridos de una manera similar. Son personas que tratan de llenar un vacío y por varias razones, porque demasiado complejos y ricos, acaban así. Nunca están satisfechos”, vuelve a hablar de esa satisfacción material que nos hace a todos querer más y más. “No sé nada ni de política, ni soluciones. Lo que sí creo que necesitamos un cambio profundo en nuestras conciencias y no veo la manera de lograrlo”, añadía el actor.

Contaba Ridley Scott, con el que mantiene una buena relación, que Joaquín Phoenix preguntaba muchas cosas sobre le personaje. “Hago muchas preguntas y, además, preguntas que generan más preguntas, porque creo que si haces preguntas que se responden enseguida significa que el proyecto no merece la pena”. Así se entiende que conozca la historia de Europa y hasta de España, que sepa que Napoleón mandó a un ejército a nuestro país, que hubo una guerra y después logramos la Constitución de Cádiz. Pocos actores llegan tan informados como Phoenix, que prepara el personaje a conciencia y elige minuciosamente los proyectos.

“El tipo de ideas y temas que explora la película no se resuelven fácilmente. Es como pasa en la vida, que es compleja. Por eso, hay que hacer preguntas, y cada vez más profundas, aunque te quedes con dudas. Lo que he aprendido de Napoleón es que muchos estamos, que insatisfechos con nuestras vidas y nuestras búsquedas, mientras busquemos alivio en lo material no llegaremos a ninguna parte. No es sostenible”, insiste el actor que siempre se ha defendido una sociedad menos consumista y contaminante y menos nociva con sus individuos. Porque al final, lo que muestra Napoleón es que cualquier líder con buenas intenciones acaba atrapado en la rueda del poder y la ambición y perjudicando al pueblo o librando batallas en su nombre.(Portal Cuba Sí)