Para Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara (1926-2009), historiador oficial de la tercera villa de la isla, que festejará en enero próximo 510 años de fundada por los españoles, mantener las tradiciones era una de las prioridades de su labor intelectual, cuando la mayoría de los poblados profesaban la religión católica.
En el libro La Trinidad embrujo del nuevo mundo, de este redactor, dejó parte de sus aportes en ese empeño: saldar, dijo, una deuda con quienes por siglos habían mantenido creencias, altares, cruces y pequeños templos en los hogares para orar y pedir por la salud y sus muertos.
Según el tercer cronista de Trinidad -lo antecedieron Francisco Marín Villafuerte y Manuel de Jesús Béquer- la primera procesión de jueves santo (durante la Semana Mayor o Santa) se realizó el 16 de marzo de 1716, posterior a la llegada de la imagen del Cristo de la Vera Cruz y fue presidida por el obispo fray Gerónimo Valdés.
En la actualidad el desfile católico sale de la Iglesia de la Santísima Trinidad, donde los feligreses llevan en hombros la cruz y la estatua de la Virgen María y desfilan por las calles empedradas, en casas con cruces en sus fachadas se detienen sin dejar de orar y cantar al ser supremo.
Esta procesión llega hasta la Plaza de Las Tres Cruces o del Calvario, nombre homónimo del barrio aledaño a la zona montañosa. En este lugar existen tres cruces de madera -su primera creación data de 1826-, desde donde regresa el desfile católico al lugar de origen.
Punto obligatorio para la celebración de la Semana Santa y la festividad del Corpus Christi desde el siglo XIX. Según la tradición oral el trayecto de esta ceremonia fue trazado para evitar que los piratas asaltaran la ciudad, templos y a los grandes hacendados nativos y españoles.
Prensa Latina visitó esta barriada la cual conserva las características que la identifican, plaza rodeada de viviendas de una sola planta y techos de tejas rojas con una composición discreta: sala, cuartos, comedor, cocina, sanitarios y amplio patio, sin faltar un pequeño altar con velas en adoración a la Santísima Trinidad.
Por mucho orar de los trinitarios, desde la conquista en 1514, no pudieron escapar a la llegada y saqueo de corsarios y piratas. En 1642 los ingleses invaden y dejan en ruina a la villa, John Springer se interna en 1675 por Casilda y llega a la ciudad con más de 200 bandidos bien armados. A estos se sumaron otros asaltantes Robert Boal, John Hawkins y Bartolomé el Portugués.
Los habitantes de la Ciudad Museo del Caribe, junto a estos momentos de religiosidad y joyas arquitectónicas, viviendas, calles sinuosas, estrechas y empedradas, tienen al alcance la celebración de los 510 años de fundada en el llamado valle del Guaurabo.
De acuerdo con el historiador oficial, la localidad evolucionó con rapidez y en apenas cuatro decenios ya era una de las más prósperas de las fundadas por el Adelantado Diego Velázquez, la población crece, la agricultura y la ganadería se desarrolla sin faltar las festividades cristianas heredadas de los conquistadores.
Se van creando sitios preferenciales de la sociedad, templos, amplias casas que van a transformándose en palacetes, plazas, hasta comenzar la llegada de los primeros esclavos africanos y con ellos, en el Valle de los Ingenios, los trapiches de caña de azúcar, explica el ilustrado.
A simple vista estaba el despegue de Trinidad y sus habitantes, ya convertidos en el centro económico más relevante de esta parte de Cuba en el XVII y que en la actualidad le vale el calificativo de Ciudad Museo del Caribe.(Prensa Latina)