Si bien las carencias influyen negativamente en la moral, no se puede afirmar que valores como la honradez estén perdidos.
Situaciones como las que describo a continuación así lo demuestran.
La muchacha dejó abandonada su pequeña cartera con documentos muy importantes y una suma nada despreciable de dinero en la heladería Café París, ubicada en Pastorita.
No fue hasta el día siguiente que notó su descuido; pero para su suerte al llamar, estaba allí, bien cuidada por los jóvenes trabajadores del sitio.
Un teléfono IPhone, de esos bastante costosos, quedó olvidado en la tienda Bellamar, en Peñas Altas, y la dueña corrió igual fortuna que la anterior.
Hechos así, que a algunos pudieran parecer insólitos, los presenciamos a diario. Basta revisar las redes sociales, ese espacio por el que nos enteramos de todo.
Con el propósito de devolverles a sus dueños objetos encontrados, se leen anuncios de personas que los buscan, acompañados de comentarios de agradecimientos por el gesto.
Desde muy pequeños, los cubanos aprenden de sus padres y educadores uno de los valores que debe poseer el ser humano: la honradez.
Respetar la propiedad social y personal, no robar, son modos de actuación asociados con dicho valor y que asimilamos con prontitud.
La primera vez que tomamos algo que no nos pertenece, enseguida recibimos el regaño y luego el consejo que conviene perdure por siempre.
Pero la honradez va mucho más allá. Y nos percatamos en la medida en que crecemos y nos debemos a la sociedad.
Martí la definió como “el vigor en la defensa de lo que se cree, la serenidad ante las exigencias de los equivocados, ante el clamoreo de los soberbios, ante las tormentas que levantan los que entienden mejor su propio provecho que el provecho patrio”.
También cuando escribió en el prólogo del Ismaelillo que creía en la utilidad de la virtud nos estaba legando una norma de cubano comportamiento.
Una vez leí que la supervivencia de nuestra nación tendría como inexcusable requisito un caldo de honradez.
Y es que ciertamente cuando enfrentamos las indisciplinas, ilegalidades, fraudes y hechos de corrupción también hacemos galas de esta virtud.
Para preservar lo que tanto ha costado se necesita de hombres y mujeres honradas.
Así lo demostraron los jóvenes del Café París, las tenderas del complejo Bellamar y todos los que a diario hacen gala de esta virtud que pone bien en alto la honradez de los cubanos. (ALH)