Con demasiada prisa

LloroCursa el séptimo grado y su cabello luce un rojo intenso. En clases se queda retrasada a la hora de tomar notas; unas largas uñas acrílicas causan esa demora.

En el grupo de al lado, el profesor descubrió cómo compartían en clases vídeos prohibidos para esa edad.

La hora del receso fue escogida por un par de alumnas para hablar sobre sus últimas experiencias sexuales.

Ya en las afueras de la escuela exhibe una de las muchachas un piercing sobre el ombligo; en tanto, tres chicos fuman con cierta cautela. Orondo muestra uno de ellos un enorme tatuaje en el pecho.

Así transcurren sus vidas. Así, con demasiada prisa. No obstante, para muchos padres esta manera de actuar está acorde con la modernidad.

“No podemos comparar. Son otros tiempos”, suelen conformarse o, simplemente, autoconsolarse. Y tienen razón en parte.

Los adolescentes de hoy no conciben que una pareja espere a contraer nupcias para tener relaciones sexuales, ni tampoco se imaginan el mundo sin la televisión a color, los celulares, computadoras…

Sin embargo, el hecho de que el escenario difiera, no significa que estén protegidos contra todo.

Son apenas adolescentes y ya tienen experiencias y comportamientos de adultos.

¿Será que añejas frases como “cada cosa a su momento” o “quemar etapas” dejaron de ser parte de la psicología de las edades?

Según el criterio de psicólogos y sociólogos, tales conductas tienen mucho que ver con el cambio en los patrones de los vínculos entre padres e hijos.

En no pocas ocasiones los primeros, intentando convertirse en amigos de los segundos, se despojan de la imagen autoritaria que no debe faltar.

Si bien es necesaria la compenetración y la confianza, hay que educar y relacionarse desde su rol paterno. Sin ser la única responsable, tiene ciertamente la familia gran influencia en dichas historias.

No siempre existe, por solo citar ejemplo, el debido control sobre el paradero y compañías de los hijos.

De este modo son susceptibles a ciertas situaciones. Pero, igual, está el hecho de querer ajustarse a las tendencias del momento. “Estar a la moda”, como la mayoría piensa.

Y es bueno saber que no siempre todas las influencias resultan convenientes. Escuchar los consejos de los maestros y hasta los de un vecino nunca estará de más.

La adolescencia es, sin dudas, la etapa más hermosa en la vida de una persona. Entonces, ¿para qué tanta prisa por llegar al final?