ESCÁNER: ¿Aedes aegypti en Los Andes? (+Fotos)

En el verano austral, el hallazgo de huevos del mosquito Aedes aegypti en la comuna chilena de Los Andes encendió las alarmas, en tanto demostró cómo el cambio climático genera condiciones para el asentamiento en áreas más al sur del continente.

Los Andes es una ciudad de la región central de Valparaíso y hasta ahora la presencia del insecto solo se confirmó en zonas del norte, como la comuna de Arica, el valle de Azapa y Tarapacá, si bien este sigue siendo un país libre de las infecciones transmitidas por la especie.

En declaraciones a Escáner, Vicente Bolívar, médico general del Hospital de Urgencia conocido como Posta Central, explicó que en el país se registran casos muy puntuales de enfermedades provocadas por el vector, pero no en la parte continental, sino en la Isla de Pascua, ubicada en el océano Pacífico, a casi cuatro mil kilómetros.

El Aedes aegypti es el agente transmisor del dengue, la chikungunya, el zika y la fiebre amarilla.

Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el dengue es la arbovirosis que ocasiona el mayor número de casos en la región de las Américas, con epidemias que ocurren de manera cíclica cada tres o cinco años.

Sólo entre enero y mayo de 2023 se notificaron un millón 994 mil 88 contagios de dengue (90 por ciento), 213 mil 561 (9,6) de chikungunya, y ocho mil 756 (0,4) de zika.

Sobre las causas de la expansión del insecto por el continente, el doctor Bolívar afirmó que en ello inciden el cambio climático, el crecimiento poblacional, el asentamiento en áreas antes consideradas silvestres y la migración.

Por efecto del calentamiento global, los mosquitos del género Aedes se reproducen con más facilidad y son cada vez más frecuentes en zonas del cono sur de Sudamérica.

Prueba de ello es el incremento registrado a fines de 2022 y en los primeros meses de 2023 de los casos de dengue y chikungunya en países como Paraguay, Perú, Brasil o Argentina.

“El dengue es una de las enfermedades emergentes que está golpeando harto en la región”, declaró a Escáner el doctor Francisco Zamora, infectólogo del hospital Barros Luco, de la capital chilena.

Otro ejemplo es la malaria, provocada por parásitos del género Plasmodium, que se propagan a las personas a través de la picadura de mosquitos del género Anopheles hembra infectados.

Un estudio realizado sobre la Amazonía demostró que el aumento de la deforestación en un cuatro por ciento en esa área acrecentó la incidencia de la malaria en un 50 por ciento, debido a que los vectores se beneficiaron de la combinación de la luz solar y el agua.

Datos de la OPS indican que en las Américas se registraron 520 mil casos de malaria y 120 muertes por esta enfermedad en 2021.

Para Zamora, también académico de la Universidad de Santiago de Chile (Usach), además del cambio climático, en la evolución de patógenos emergentes y reemergentes influye el uso descontrolado de los antibióticos o la inaccesibilidad a las vacunas.

En la actualidad hay afecciones que ya estaban prácticamente erradicadas y vuelven a aparecer, en lo que se conoce como las llamadas reemergentes, precisó Zamora.

Citó el caso de la tuberculosis, que a mediados de los años 90 del siglo pasado bajó su incidencia, sin embargo con la aparición del VIH volvió a resurgir.

Otros ejemplos son el sarampión y la poliomielitis, que disminuyeron bastante, pero como en algunas partes se abandonó la vacunación comienzan a tener incidencias más altas.

COVID-19 Y SU IMPACTO EN LOS SISTEMAS DE SALUD

La emergencia del SARS-CoV-2, causante de la Covid-19, merece un capítulo aparte, en tanto impactó todos los ámbitos de la vida, infectó a 765 millones de personas en el mundo y provocó la muerte a casi siete millones, según datos oficiales, aunque se estima que las cifras reales de fallecidos se acercan a los 20 millones.

La región de las Américas fue una de las más afectadas por esta pandemia con unos 190 millones de casos y 3,23 millones de muertes, y entre los países con mayor número de víctimas figuran Estados Unidos, Brasil, México, Perú y Colombia.

Según diversos estudios, la Covid-19 irrumpió en un contexto de elevada desigualdad social, por lo que la mayor letalidad se concentró en las personas mayores, los más pobres y los grupos étnicos vulnerables, como indígenas y afrodescendientes.

A las víctimas mortales se sumaron la reducción en 2,9 años de la esperanza de vida y afectaciones en la salud física y mental.

Para enfrentar la emergencia, muchos países interrumpieron programas sobre el manejo, control, diagnóstico y tratamiento de enfermedades como la tuberculosis, el VIH y la malaria.

También se suspendieron las actividades regulares de control de vectores, la entrega de medicamentos y el tamizaje de las poblaciones en riesgo de infección, según la OPS.

El pasado 5 de mayo la Organización Mundial de la Salud declaró el fin de la emergencia por la pandemia, pero la Covid-19 continúa y por eso los países, sus sistemas de salud y sus poblaciones no pueden bajar la guardia, advirtió la OMS.

VIRUS RESPIRATORIOS

Si bien los casos de Covid-19 disminuyeron en la región, ahora hay un aumento de la circulación del Virus Respiratorio Sincicial (VRS) y de la influenza A, explicó el doctor Vicente Bolívar, quien trabaja en cuidados medios de la Posta Central en Santiago.

El médico considera que este comportamiento es similar al de 2019, antes de la pandemia.

“Lo que sucede es que en los años de 2020 a 2022 la transmisión de estos virus bajó porque los niños se quedaban en casa, no habían reuniones sociales, pero al retomar la normalidad vuelven a incrementarse”, dijo.

En Chile, por ejemplo, las autoridades debieron decretar la alerta sanitaria por el VRS, que provocó la muerte de al menos seis lactantes y elevó la ocupación de las camas pediátricas en los hospitales por encima del 90 por ciento.

Ante el incremento de la actividad de estos virus y de las hospitalizaciones, sobre todo de menores de dos años, en todo el cono sur y la zona andina, la OMS recomendó adoptar medidas para la prevención y el control de los casos y garantizar la vacunación a grupos de alto riesgo.

VIRUELA SÍMICA

En 2022 el continente americano fue epicentro de un brote mundial de viruela símica, que impactó a muchos países, sobre todo a Estados Unidos, Brasil, Perú y Canadá.

Conocida también como viruela del mono, esta es una enfermedad endémica de algunas regiones de África, recordó el médico Vicente Bolívar, y afirmó que a diferencia de ese continente donde el contagio se da por contacto con un animal, aquí es por contacto directo con una persona infectada o por relaciones sexuales.

Ante el descenso significativo de los casos en los últimos meses, en mayo pasado la OMS declaró el fin de la emergencia por la viruela símica, si bien recomendó una estrategia a largo plazo para el manejo de la enfermedad.

SISTEMAS SANITARIOS EN LA REGIÓN

En la actualidad, las enfermedades emergentes y reemergentes continúan siendo una amenaza para esta región, considerada la más desigual del mundo no solo entre países, sino también al interior de cada uno de ellos, según lo reconocen organismos internacionales como la OPS.

El doctor Francisco Zamora definió a las infecciones emergentes como aquellas que aparecen como nuevo diagnóstico o que pueden ser variaciones de otras enfermedades. Las reemergentes, en cambio, son las que se consideraban curadas o en mejores cifras por la disminución de su incidencia y vuelven a surgir, como la tuberculosis.

Para Zamora, a nivel regional hay diferencias entre las naciones en cuanto a vacunas, hospitalización y tratamientos adecuados.

Durante la reciente reunión del Comité Ejecutivo de la OPS, el director de la organización, doctor Jarbas Barbosa, instó a fortalecer el acceso equitativo a la salud en las Américas.

“Una parte importante de nuestra población enfrenta dificultades para acceder a servicios sociales en general, incluyendo la atención médica”, afirmó, e indicó que esta situación se evidencia aún más en grupos vulnerables.

Según el director de la OPS, a medida que la región emerge de la pandemia de la Covid-19 se debe aprovechar la oportunidad para recuperar lo perdido y aumentar la resiliencia de los sistemas de salud.