“En el basurero, cerca del puente de Versalles, botaron un perrito, apenas se mueve y está muy desnutrido”. Acompañando la nota, una foto que consterna. A los pocos minutos, un nuevos post: “ya está en manos de nuestra veterinaria estrella Yuya Abreu, ser del cual no alcanza una publicación para agradecer lo grande que es”. Y es que lo de esta veterinaria matancera, no tiene nombre.
Yusleydis Abreu Reina quisiera que el día tuviera más de 24 horas, porque en su extensión normal no le alcanza para atender los casos del día. Desde todos los rincones de la urbe yumurina aclaman por su profesionalidad y ese amor desmedido que tiene por los animales, sobre todo por aquellos que carecen de los afectos de un hogar. No es raro ver un post en las redes reconociendo su labor, puesto que la noche suele sorprenderle cada jornada en su clínica, donde un cartel alerta que “los callejeros” tienen prioridad.
“Me decidí a estudiar veterinaria porque amo los animales y siempre me percaté de que los humanos teníamos demasiados médicos que nos atendieran y ellos no corrían con esa misma suerte. Me gustaría destacar que soy más protectora que médico.
“Desde niña en mi casa siempre hubo mascotas, y mi familia también comparte mi forma de sentir. El hogar y la educación juegan un papel importante en nuestra formación. Me identifico mucho con los de la calle, porque al estudiar me di cuenta de todo lo que puede ocasionar dolor en un ser vivo, todo lo que trae consigo padecer de una enfermedad, y más aún, cuando estás abandonado y careces de alimentación y cuidados”.
Ella no sabe decir con exactitud cuántos casos atiende en el día, solo que su clínica no cierra hasta que se atienda el último.
“Preservar la salud y aliviar el dolor es para mí una premisa. Las condiciones en las que vivo, con espacio reducido, no me permiten ayudar mucho. Pero siempre que exista una urgencia, con lo que tengo en casa trato de solucionar la situación. Mi vida personal se ha visto afectada, porque dispongo la mayoría de mi tiempo en función de mi profesión, y además de médico soy madre, soy esposa y ser humano”.
Aunque admira y respeta cualquier especie, Yuya reconoce tener una fascinación desmedida por los gatos. “Ellos son mi pasión, esa que no me permite voltear y decir no puedo. ¡Qué va!”
Tanto es así, que a su cuidado hay 12 felinos. Pero entre todos, indiscutiblemente “Tere” es la consentida. Apenas tenía días de nacida cuando fue abandonada en una cajita, muy enfermita, lo que le dejó serias secuelas. Su historia a Yuya le afecta, como también las de esos otros animales indefensos que a diario llegan a su consulta víctimas del maltrato o del abandono.
No obstante, la página más triste de su vida no la vivió siendo veterinaria, sino cuando apenas iniciaba en la carrera.
“Cuando era tan solo una estudiante de segundo año, Zoonósis fue a la universidad por órdenes de la dirección a recoger los perritos que estaban en el centro, porque supuestamente no podían permanecer ahí. ¿Cómo le dices a un futuro veterinario que en el centro donde estudia no puede haber animales, que, además, alguien dejó abandonados y que no tienen voz para reclamar? Ese día fue, sin dudas, el más triste de mi vida.
Entre las funciones de Zoonósis se encuentra reducir los agentes infecciosos presentes en personas o animales infectados y en su medio ambiente. Un 60 % de las enfermedades humanas infecciosas son comunes al hombre y los animales. Aún así, para esta veterinaria, la superpoblación puede controlarse desde las esterilizaciones, lo cual a su vez ayudaría a controlar epidemias, y también desde el trabajo sobre la conciencia de las personas, para evitar factores como el abandono o el maltrato.
El Decreto-Ley número 31, aprobado en febrero de 2021, se consideró un paso de avance en materia de protección animal. Luego de muchos reclamos por los protectores, se vaticinaba luz en medio de tanta oscuridad. Sin embargo, dos años después, apenas se perciben los cambios.
“El tema del bienestar animal es bastante complicado. Aún existiendo pequeños grupos que están en función de los animales, no es suficiente. Para lograr bienestar se necesitan muchos factores: esa ley que defiende totalmente la vida de cada animal (indistintamente de la especie), centros asistenciales que garanticen la salud y esté equipados con los recursos mínimos e indispensables para poder salvar una vida, y la sensibilización por parte de los veterinarios.
“Creo que todos podemos aportar en función de esta causa, pero somos pocos los que desinteresadamente ayudamos a los callejeros. La situación económica de la actualidad dificulta los tratamientos, la alimentación y la salud de nuestros animales. Hay mucho trabajo por hacer”.
Pero Yuya no pierde la fe, ni frena en su empeño. Ella está consciente de que los buenos ejemplos inspiran. Que otros se sumen a su causa es lo que más desea.
“A todo aquel que se decida a estudiar veterinaria, decirles que es una carrera muy bonita, donde van a ponerse al límite, a interactuar con la vida y la muerte. Salvarán muchas veces y otras será todo un reto intentarlo.
“Siempre hay que tener en cuenta que un médico no puede decir que no a una urgencia, o sea, ante algo que puede ocasionar la muerte. En esta profesión la palabra “no” puede costar una vida”. No hay nada más triste que ver cómo una vida se apaga lentamente y en tus manos no está salvarla, ni nada más gratificante que apreciar una evolución favorable.
“El amor a la profesión, la ética y el afecto a los animales son determinantes en la formación y posterior desempeño de un veterinario”.
Y mientras dice sus últimas palabras, revisa el suero de su último paciente. “Otra urgencia que no podía esperar, lo trajo la red de Bienestar Animal Cuba”, explica.
Otra vez la noche le sorprende a Yuya en medio de su clínica, donde ya el cartel dejó de ser necesario porque todos saben del corazón gigante de la veterinaria. Son pasadas las 11 y aún no ha cenado un bocado. No importa que sea sábado, tampoco que la de ayer también haya sido una jornada extensa.
Es Yuya Abreu. Los animales abandonados siempre van a ser su prioridad, y ella, su única esperanza, la salvadora de los desamparados.
(Por Ana Cristina Rodríguez Pérez – Periódico Girón)