Solidaridad y amor matanceros en el Continente Negro

Angola y Cuba atesoran nexos de antaño. La historia de hermandad entre las dos naciones se remonta a 1975, cuando los hijos de la Mayor de las Antillas visitaron África para luchar contra el apartheid y apoyar a los lugareños en la defensa de su independencia.

Pero la guerra no fue el pretexto del viaje de Carlos Rafael Balbona a esa Tierra del Sol Ardiente, aunque hay quienes aseguran que las jornadas en el Hospital Central de Lubango Dr. Agostinho Neto son tan intensas como un campo de batalla.

Desde febrero de 2022, el galeno matancero labora en el centro médico ubicado en la capital de Huila, una de las 18 provincias angolanas.

“Angola es una escuela. Siempre fue un sueño. Cuando era pequeño se hablaba mucho de la parte bélica, de la guerra que aquí se libraba. Las personas querían venir. Mi padre estuvo aquí en el 75, yo apenas tenía un año. Estuvo como médico, en la guerra, y después aquí, en Lubango, en el 2015”.

Todas las tardes llueve en Lubango. La ciudad, situada entre montañas, fue una de las primeras colonizadas por los portugueses para aprovechar sus fértiles tierras, de ahí que los cubanos que se adentren en su geografía tienen, además de la distancia y los retos de su profesión, las barreras de otro idioma.

Pero al doctor Carlos ya no le asusta el portugués. Tampoco los desafíos de la Medicina, una carrera por la que confiesa que no tuvo una vocación inicial. “Lo que me gustaba era la música: tocar batería, tumbadora, todo lo que es el folklor cubano, el baile. Después dije que iba a estudiar Derecho, pero al final escogí Medicina”.

La disolución en 1990 de la Unión Soviética y, por consiguiente, del Campo Socialista y del Consejo de Ayuda Mutua Económica, tuvo marcada repercusión en Cuba. Hacia finales de 1991, comenzó el Período Especial en Tiempos de Paz, etapa caracterizada por una acentuada crisis económica.

“En el año 93 no tenía ropa, solo dos pantalones y dos pulóveres, y para ir a la universidad hacía falta recursos. Como carecía de ellos, rápidamente comencé a valorar que la carrera se estudiaba en Matanzas, llevaba uniforme, mi papá era médico, también influyó que soy bueno en Biología y malísimo en números, pero por encima de todo, me gusta ayudar a la gente. Por eso elegí Medicina”.

Especialista en Medicina General Integral y en Primer Grado de Angiología y Cirugía Vascular, Carlos asegura que no le fue difícil comprometerse con la profesión. “Realmente empecé explorando, viendo los potenciales que tenía para ser médico, y me enamoré poco a poco. Fui valorando en qué era fuerte cuando estudiaba las áreas básicas y qué especialidad quería hacer. De hecho, los vasos sanguíneos siempre me interesaron desde que los conocí”.

Mucho influyó en la formación del galeno su padre, el reconocido oftalmólogo matancero Rafael Balbona Brito, y así lo confiesa. “Primero que todo porque era médico, oftalmólogo, vicedecano de la facultad de Medicina en aquel entonces. Una persona con mucho carácter, siempre fue muy duro conmigo con respecto a la educación y al estudio. Yo he sido un poquito más relajado. El viejo siempre me inculcó, me dedicó tiempo, y a pesar de trabajar en la facultad y del cargo que tenía, nunca me llevó suave, jamás. Siempre me exigió más que a los demás. De hecho, fui al servicio militar y cogí la carrera por la Orden 18”.

El Hospital Central de Lubango tiene categoría regional, por lo que la instalación recibe casos de las vecinas provincias de Namibe, Cuando Cubango y Cunene. Lo que conlleva atender cada jornada un elevado número de pacientes. A eso se le suma que muchos de ellos presentan un delicado estado de salud, debido a enfermedades tan peligrosas y comunes como el Sida, el paludismo, la tuberculosis, la neurocisticercosis (ocasionada por la Taenia Solium) o la meningoencefalitis.

Sin embargo, el doctor Carlos está adaptado a lidiar con retos, y así lo ha hecho desde que se graduó.

“En las etapas iniciales de mi carrera, pasé el servicio Servicio Social (que no me tocaba porque yo era Orden 18, pero como presidía la FEU quise dar el ejemplo). Me fui para la Ciénaga de Zapata. Mi amigo Orestes Bonilla, ortopédico actualmente, fue para El vínculo-Santo Tomás, y yo para Guasasa-Cocodrilo, zonas de difíciles acceso, seis horas de luz nada más, de 6:00 p. m. a 12:00 a. m. Allí tenía que atender a la población, inyectar, atender las urgencias, estar en el policlínico, después en la guardia, y casi siempre solo. Todo un reto.

“El segundo gran reto fue Venezuela, donde estuve siete años. Hubo una época en que, estando solo, tuve que asumir un lugar con 8 000 habitantes y trabajar 24 horas, las consultas más las urgencias, a la hora que llamaran. Realmente fue duro. Otro desafío fue, ya a mis 37 años, comenzar la especialidad que siempre me gustó, Angiología y Cirugía Vascular, y poder graduarme”.

Emociona escuchar la satisfacción con la que menciona sus logros, y entre ellos hace especial hincapié en su presencia en Huila: “Estar en la misma provincia donde estuvo mi papá, para mí representa mucho. Es algo que me reconforta. Además, es otra idiosincrasia. Aunque mucho se habla, no es lo mismo vivir en ella, verla”.

Y no, no es lo mismo escuchar historias de la sureña provincia que estar ahí, alejado del entorno, de la familia, de los amigos, de los que amas.

 

“Es duro, es muy duro. Más, cuando uno tiene cierta edad y su familia ya creada. Tengo esposa y dos hijas hermosas, que son Ana Karla, de 8 años, y Ana Isabela, de 4. Fue una elección de los dos, mi esposa Keila y yo”. Mientras lo cuenta, la nostalgia parece adueñarse de este padre que desborda solidaridad a más de 10 000 km de casa. “Realmente yo digo que la misión está dividida en dos partes, en dos zonas: una, la que estoy haciendo yo aquí en África; y otra (para mí la más fuerte), la que está haciendo ella en Cuba con las niñas. Ella transita la segunda especialidad, Histología, cuidando a las nenas, y eso es digno de admirar. Nosotros como familia estamos unidos y eso es lo más importante”.

El amor familiar es la inspiración del doctor Carlos, galeno que en cada jornada de labor en el hospital más grande del sur de Angola trata de poner su corazón. 

“En un profesional de la Salud es indispensable un binomio: por un lado, la humanidad, la empatía que debe tener el ser humano con el prójimo, el afecto; y lo otro, el conocimiento, para poder entonces brindar una buena atención a los pacientes.

“Si naciera otra vez, volvería a ser médico. Creo que no hay nada más bello y digno. Como mismo admiro a los maestros, pienso que la carrera de Medicina es lo más grande que puede tener un ser humano.  Volvería a ser angiólogo y cirujano vascular. Nací para ser médico, no sé hacer más nada que ayudar a las personas”.

(Por Ana Cristina Rodríguez Pérez – Periódico Girón)