
A ella la conocí en la sala de terapia intensiva de cardiología, a la espera de un marcapasos. Su voz entonada y amable, sus palabras exactas, bonitas, hacían sonreír a todos.
¿Quién cura a quién aquí?, le pregunté una vez. Ofelia era capaz, en medio de ese momento oscuro en el que luchaba por su vida, de preocuparse por sus “vecinos” de habitación, procurar para ellos paz y consuelo. Una luz en la oscuridad, eso proyecta su imagen y sus actos.
Ofelia es una mujer religiosa, inteligente, generosa; tiene muchos títulos de los cuales no hablaré, yo quiero traerla como el ser humano excepcional que es. Desde su religiosidad, ha gestado un manual con su visión sobre las escrituras sagradas, la palabra de Dios, la Biblia.
Yo soy atea, agnóstica dicen muchos, pero mi acercamiento a la religión tiene que ver con el efecto sanador de la fe. Creer en algo es un recurso para la construcción de la esperanza, y para mí, en los procesos de sanación, tener esperanza es muy importante.
“En la Biblia hay un solo concepto de Dios: Dios es amor”, me decía ella ayer, y yo lo sentía mucho, porque si el mensaje es de amor, ¿por qué no creer en él?
He leído, con desespero, la mayoría de los artículos escritos de este libro que, para mí, es una de las interpretaciones más modernas y justas que he leído sobre la Biblia. No hay en él un párrafo que no permita decidir qué pensar o que te limite a sentir.
“El concepto de familia podía extenderse a todo un pueblo, la casa de Israel o una fracción de ese pueblo, la casa de José”….”La unidad de varios clanes o tribus vinculados no solo por lazos de sangre, sino, además, por cercanías, intereses y obligaciones comunes, también se consideraba familia”…”La principal finalidad de la mujer como esposa se orientaba hacia su capacidad de engendrar hijos, y esto solo se comprende en el contexto mayor de la cultura patriarcal. Extrapolar esa visión a nuestros días resulta contraproducente ya que nuestra sensibilidad contemporánea relativa a las relaciones de pareja se sustenta más en un vínculo de satisfacción y acompañamiento mutuos que van más allá de los beneficios económicos o de procreación”…son apenas algunos extractos de los textos que llaman mi atención y me animan a seguir leyendo.
Es un volumen en el que podemos encontrar palabras de reconciliación en el ámbito familiar, oraciones para víctimas de violencia doméstica, temas de género enfocados en equidad y justicia social, sobre la generosidad, el interés superior del niño, la protección hacia los ancianos y los desafíos de las familias. Una belleza de textos que van mostrando un estudio antropológico serio y, en mi opinión, carente de vicios y posicionamientos; un concilio, un alivio.
Ofelia no va a hacer que crea en Dios, pero creo mucho en ella, mucho. Creo mucho en todas las personas que, como ella, han hecho de este Código un lugar de reconocimiento de derechos y un acto de justicia social.
Ofelia, ayer, se fue de alta. Tenía que ponerse bien porque tenía que ir a votar su #Sí, por su Dios, por su país y por el amor.
En sus palabras escritas, en su estudio que debió ser de al menos un año, aun estando enferma, sobreviviente de cáncer y llevando un aparato que marca el ritmo de su corazón, Ofelia hace un ejercicio de bondad, de empatía, de respeto a Dios y a su mensaje de amor.
Ofelia, para mí, es inspiración. Nosotros le hemos puesto un dispositivo subcutáneo; ella nos ha marcado el paso hacia la reconciliación, la lucha por la vida, la bondad y el amor. Gracias.
Texto y fotos: Tay Tay