Me gradué un 20 de octubre de 2020, Día de la Cultura Nacional. Esa es la foto del título, la foto que tanto anhelaron mis padres, por la que estudié cinco años. Me esforcé, como esperaban, emprendí el aprendizaje del mejor oficio del mundo, según García Márquez.
Creo que todo periodista tiene una crónica como esta, creo que todo periodista ha empleado más de una vez esa frase de García Márquez.
En mi crónica diría que llegué por decantación, que siempre vi mi futuro en otra parte. Que me enamoré por el camino, como en los matrimonios arreglados. Pero esto también lo dijo alguien, probablemente.
Enunciaría las vicisitudes y regocijos durante la carrera, cómo resulta la vida en un medio de prensa, el quita, tacha, pon, qué dejas para mañana, corre, vuelve a tachar, revisa, sin domingos y sin feriados.
Diría además que uno nunca debe pensar que se las sabe todas. Y nada más cierto, el periodista nunca se las sabe todas, sin temor a pecar de absoluta.
Diría que se aprende en «la caliente» y que juzgar lo que se hace en una redacción es muy fácil. Diría todo eso… Pero seguramente ya lo dijeron.
Comentaría sobre los problemas, los ajenos y los propios, que entorpecen nuestro trabajo. La felicidad de arreglar al menos temporalmente un pedazo de sociedad; o la satisfacción de que te escuchen públicamente, de que valga tu voz.
Carecemos de fórmulas. Y a veces uno, como periodista, quisiera hacer más de lo que hace o decir más de lo que dice, o decirlo mejor. Qué expresar de novedoso en esta crónica común…
Recordar a los grandes que ejercen o han ejercido el periodismo en esta Isla o provenientes de ella, a mis profes, a mis 15 compañeros de aula: decirles que siempre se tratará de resistencia, aquí y en todas partes, a los que se quedaron. A los que no están, convencida de que algo permanece. Al final no dije nada nuevo. De mí…, desconozco el futuro, pero soy periodista, esa es mi cruz y mi salvación.
(Radio 26)