Corría el año 1989 y el país suramericano se hundía en una grave crisis económica, que el entonces presidente Carlos Andrés Pérez intentaba «salvar» aplicando un paquete neoliberal del Fondo Monetario Internacional.
Los anuncios del mandatario derivaron en fuertes protestas, disturbios, saqueos, manifestaciones de rechazo al abrupto aumento de la gasolina, servicios básicos y alimentos, revuelta que derivó en una de las masacres sociales más relevantes del siglo XX en América Latina, conocida como el Caracazo.
Tres años después, poco o nada había cambiado el país y el recuerdo de aquel baño de sangre perduraba en la memoria de un pueblo que se ahogaba en la miseria y la desolación.
Así, el 4 de febrero de 1992, en un intento de devolver la dignidad a la nación, un grupo de militares patriotas al mando del joven teniente coronel Hugo Chávez organizó una rebelión, que a pesar de su fracaso marcó el inicio del fin de una época de democracias representativas corruptas y decadentes.
Con la llamada Operación Zamora, donde participaron miembros del Movimiento Bolivariano MBR-200, afianzados en el pensamiento de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora, se llevó a cabo un alzamiento cívico-militar que pretendía derrocar al gobierno corrupto.
Cerca de dos mil 362 hombres se alzaron en armas, entre ellos cinco tenientes coroneles como cabezas visibles del movimiento, seguidos de 14 mayores, 54 capitanes, 67 subtenientes, 65 suboficiales, 101 sargentos de tropa y al menos dos mil soldados alistados.
Los objetivos militares no fueron alcanzados y la rebelión culminó con más de una veintena de bajas y la detención de sus implicados, pero se convirtió en un rescate de la dignidad nacional.
Tras ser apresado y para evitar más derramamiento de sangre, Chávez se dirigió a la tropa y tras reconocer el fracaso de la operación expresó: «por ahora los objetivos que nos planteamos no han sido logrados…».
La expresión, que a lo largo de los años se convirtió en un símbolo de esperanza, repetida por el pueblo y sus dirigentes ante cualquier adversidad, es considerada la primera respuesta organizada al clamor popular en favor de una verdadera independencia.
Para los historiadores, a partir de ese momento comenzó a desmontarse la democracia representativa, mientras nació la rebeldía que abonó el camino para la consolidación del proyecto socialista.
Tiempos después, el propio Chávez, siendo ya presidente de Venezuela (1999-2013) admitió que la rebelión militar fue una obligación moral y subrayó que “la madrugada del 4F, volvió Bolívar el verdadero”.
“Su espíritu insumiso debe acompañarnos cada día, porque los poderes que enfrentamos desde hace más de dos décadas persisten aún en su intento de detener el curso de la historia», expresó el líder de la Revolución bolivariana 21 años después.
El 4F se convirtió en la antorcha guía de la Revolución bolivariana y el Día de la Dignidad Nacional.