Como algo perenne, que no quisiéramos recordar, pero que sabemos que sigue ahí, como el dedo en la llaga haciendo sangrar la herida. Como un virus que asfixia, que agota, pero que por mucho que te sofoque no lo dejas vencer. Así el pueblo de la mayor de las antillas sufre el bloqueo del gobierno de los Estados Unidos.

Hace 60 años los cubanos batallamos contra el peor cerco que ha conocido nación alguna. Cerco que se extiende desde lo económico, lo comercial y lo financiero hacia todas las esferas de la sociedad.

La política injerencista norteamericana nos ha causado miles de millones de dólares en perjuicio a nuestro desarrollo en todos los sectores, pero sin lugar a dudas, el sistema de salud encabeza la lista de los más afectados durante décadas.

Desde su entrada en vigor en 1962, cada una de las administraciones del imperio del norte ha recrudecido su aplicación. Entre ellos el del nocivo republicano Donald Trump que dictó más de 240 medidas coercitivas durante su mandato, y la actual administración que sigue la misma línea de su antecesor. Estas limitaciones, lejos de detener el avance de la ciencia y la salud cubanas, llevaron a nuestros profesionales a protagonizar verdaderas hazañas en cuanto a innovación.

No olvidemos que esta política unilateral nos niega el acceso a tecnologías médicas de procedencia estadounidense o con más de un 10 por ciento de componentes provenientes de ese país.

Por culpa del bloqueo familias cubanas no han podido disponer de fármacos novedosos producidos en los Estados Unidos para el tratamiento del cáncer o de prótesis internas extensibles para su uso en niños que sufren de cáncer óseo.

En el último año que hemos tenido que enfrentar la pandemia ocasionada por la covid 19 las acciones norteñas se han recrudecido, obstaculizando a la isla en la obtención de insumos y productos imprescindibles para combatir la enfermedad.

Aun así, Cuba ha sabido sobreponerse y el mundo entero reconoce que día tras día la mayor de las antillas sigue haciéndole frente al bloqueo.