
¿Por qué los hombres están tan obsesionados con el Imperio Romano?”. Recientemente se ha hecho viral una peculiar tendencia en la red social TikTok: breves vídeos en los que las mujeres preguntaban a sus novios u otros hombres que conocían con qué frecuencia pensaban en el Imperio Romano. Y por lo que parece, era bastante a menudo. Las respuestas iban desde argumentos lógicos – la cultura, la arquitectura o los logros técnicos – hasta motivaciones más simples como “porque es guay”.
Muchas celebridades se han sumado a la tendencia, como Mark Zuckerberg o Elon Musk: el propietario de X – el antiguo Twitter – llegó a decir que pensaba en el Imperio Romano cada día y a compartir curiosidades y reflexiones sobre el tema, desatando una “romanomanía” en las redes sociales. Parece claro que, más allá del mundo académico, mucha gente siente una gran pasión o cuanto menos curiosidad.
Es un hecho que hablar de la civilización romana nunca pasa de moda y atrae a todos por igual: desde los museos y el mundo académico hasta las tendencias en redes sociales o la publicación del más reciente álbum de Astérix, casi todo el mundo tiene algo que decir o preguntar sobre los romanos.
¿Qué tiene la antigua Roma que nos resulta tan atractiva? Tal vez sea su mezcla de proximidad y exotismo: las raíces de la civilización occidental son profundamente romanas, pero a la vez tiene muchos aspectos que nos resultan extraños y que incluso supondrían un verdadero choque cultural si entráramos en contacto con ellas. Estos son diez aspectos que hoy nos costaría entender:
Amor y sexo
El aspecto más íntimo en el que la sociedad romana nos resultaría chocante sería su forma de entender las relaciones sentimentales y sexuales. Y es que el mundo romano se movía en un equilibrio bipolar entre una estricta moralidad, que dictaba qué era correcto y qué no para un buen ciudadano, y una permisividad con los instintos carnales que en algunos aspectos nos extrañaría o parecería contradictoria.
Podemos enumerar varios ejemplos: la homosexualidad no era mal vista, pero ser la parte pasiva en una relación era extremadamente deshonroso; era bien sabido que los poderosos tenían amantes y se les toleraba, pero siempre y cuando no exhibieran su relación en público; o se cuidaba mucho la “pureza” – es decir, la virginidad – de las hijas de la nobleza, pero sus padres a menudo no tenían problemas en entregarlas apenas adolescentes a hombres mucho mayores a cambio de favores políticos.