
Puede faltarle el desayuno sobre la mesa, pero no la caja de cigarros en el bolsillo. Puede faltarle el dinero para pagar la corriente eléctrica, pero no para regalarse sus cilindros de nicotina. Puede faltarle la vergüenza, la voluntad y hasta el aire, mientras no le falte la bocanada de humo gris y pestilente, que envuelve a todo fumador y lo somete.
“De algo hay que morirse” … “voy a darme el gusto si total” …, “yo no tengo más vicio que este” …, “no le hago daño a nadie” … Bajo pretexto vive el fumador, sin entender que la factura más cara se la está cobrando la vida, a largo plazo, casi imperceptible, pero implacable si no se detiene a tiempo.