
Los primeros testimonios escritos de esta tradición datan de principios del siglo XIX. Esta danza encarna uno de los vínculos más antiguos y visibles con el patrimonio afrohaitiano de la provincia cubana de Oriente.
Es el fruto de la fusión, en el siglo XVIII, de la música de Dahomey (África occidental) y de los bailes tradicionales franceses. Tras la abolición de la esclavitud en Cuba en 1886 y la migración urbana de los libertos en busca de trabajo, surgieron las sociedades de Tumba Francesa en varias ciudades del Este de la isla.