
La abuela pasa el día vigilando la llegada del camión lechero. Descuida incluso las tareas domésticas porque, con las acentuadas carencias, puede perderse todo menos la leche del pequeñín de cuatro años al que la familia apodó el ternerito. Él es de esos niños inapetentes que come muy poco y bajo la presión de mamá, pero que para tomar leche no tiene límites, y eso tranquiliza a los miembros del hogar.
(Foto tomada del perfil de Facebook de Lisandra Martín)