Pepe era un retrasado mental que sentía una gran pasión por Carlos Gardel. Eran los años que siguieron a la muerte del zorzal criollo y sus películas se repetían continuamente, en el Teatro Canal. Se exhibía una de ellas y el Morocho cantaba uno de los tangos preferidos de Pepe, él cual, a medida que el número va avanzando, se mueve emocionado en su butaca, se apodera de él el éxtasis y ya frenético, si poder resistir más y de pie sobre el asiento, grita a todo pulmón:
¡ESTA BUENO CARLITOS!